Las voces altas

Patricio Cerminaro
2 min readJan 26, 2021

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Toda lectura es irrepetible. Se lee lo que nunca más se leerá. La segunda lectura y sus subsecuentes también estarán en todo caso condicionadas por las previas: el texto nunca es idéntico a sí mismo. Sin embargo, a veces las diferencias son incluso más notables que en lo sutil de la intimidad.

Ahora estamos en una casa pequeña. Tiene apenas lo que se necesita y entonces alcanza y sobra. Televisión, eso sí, no hay. Internet, malas noticias, no hay. Hay silencio. Y hay también una edición de Crónicas Marcianas partida al medio. Dadas las circunstancias, es evidente: el terreno es fértil para que las palabras broten. Y como no estoy solo brotarán a viva voz, con mi voz quebrada como el libro quebrado, con mi voz quebrante, con mi voz casi tartamuda, dudosa, con mi voz que sabe leer hasta ahí porque duda, mi voz, hasta de los ojos que la guían. Entonces, primer punto de conflicto: esta lectura nunca será igual a las otras porque mi voz traiciona. Y como soy impaciente también, saltaré algunas partes para llegar a lo jugoso del asunto, a su núcleo: yo, que suelo creer que el núcleo está en los detalles, prefiero la acción a la descripción si leo en voz alta. Y por último, unas disculpas: en el frenesí de las frases y los conceptos, a veces creo que algunas cositas podrían ser cambiadas. Hay palabras que no están y podrían estar: las agrego. Hay otras que sobran: las corto. Quien escuche, entonces, escuchará sin dudas una versión irrepetible: probablemente, peor que la original.

Cuando era chico, mi mamá me leyó los seis primeros volúmenes de Harry Potter. Llegado un punto yo ya sabía leer pero la tradición es la tradición y las madres son las madres: qué más quería yo que mantener todo como estaba. Yo me tumbaba en la cama y ella se tumbaba a mis pies. Abría al medio los libros como abría al medio mi vida: no sé qué hubiese sido de mi mente sin eso que se parecía a la magia. Ahora, cuando yo ya leo solito y mal y sin embargo leo igual, qué más podría pedir que volver a escuchar esa versión irrepetible de su voz. La maravilla del texto es también su maleficio: ¿adónde se guardan las voces altas de los textos perdidos?

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